Notas la
margen de los días
Nov. 16-2012
L A I N D E N D E N C I A D E P
A N A M A
Unos días
después del 3 noviembre pasado apareció en el portal de noticias de Yahoo.es la
felicitación de Hilary Clinton, secretaria de Estado de USA a Panama por su
independencia. Como a los colombianos nos
recuerda ipsofacto ese lastimoso
episodio de nuestra historia en q. se mezclaron la necesidad de USA de abrir un canal interoceanico, para
su expansión imperialista, las grandes perspectivas de progreso q. se habrían
para Panama al realizarse la obra, la situación desastrosa de nuestro país
luego de una cruenta guerra civil (se entró al siglo 20 en guerra), y la falta
de tacto político del congreso colombiano al negar de plano la autorización del
tratado Herran-Hay, q. desembocaron en la creación de la Republica de Panamá, escribí un comentario a la noticia
recalcandole a Mrs. Clinton la ignorancia de la historia panameña y haciéndole
ver q. esa felicitación heria nuestros sentimientos patrios.
Meditando
después el asunto, Mrs. Clinton no tuvo culpa en esa felicitación. Ella actuó
como diplomática, y simplemente, por su interés
político ( y comercial: la Política es la mascara de Economia), felicitó
a Panama porque PANAMA CONSIGNA ESA FECHA COMO LA DE SU INDEPENDENCIA. En otras palabras, son los panameños los q. no recuerdan q. ellos se independizaron de
España en 1821 y se adhirieron libremente
a la Gran Colombia, atraídos por el prestigio de Bolivar. Se habrían
podido adherir a Centroamerica, siendo un pueblo etnicamente afin a los pueblos
centroamericanos, pero lo hicieron con
nosotros. Durante 82 años unidos a Colombia, sufriendo las visicitudes de una república
en formación (guerras civiles, ensayos
de organización política, etc. )
En esos 82
años de unión hubo periodos de franca integración y de ansias de separación, q. los
panameños llaman de independencia. En los de integración, varios panameños ocuparon
la presidencia de Colombia, en forma
transitoria (eran vicepresidentes en propiedad). En las épocas contrarias, las
guerras civiles afectaron su territorio. Durante nuestro periodo federal
(1863-1886), Panama gozó, como todas las secciones del país, de una casi total independencia;
llegó a llamarse Estado Soberano de Panama,, como se titulalaban Antioquia,
Santander, Cauca, etc. Pero vino su contrapartida, el ferreo centralismo y la primacia
del ejecutivo sobre los demás poderes del Estado, bajo los cuales se desarrollaron los hechos q. llevaron a la
la separación de Panamá.
Un hecho q.
vino a ser el un funesto antecedente de
los q. ocurrió en 1903 fue la tratado Mallarino-Bidlack , (1846) por medio del
cual USA garantizaba la neutralidad del
itsmo, y de paso se daba libertad de transito a todos los extranjeros q.
utilizaran el ferrocarril, de propiedad de una empresa norteamericana, q. unia
las dos costas panameñas. Ese tratado, buscado por Colombia ante las ansias
imperialistas de Inglaterra q. buscaba apoderarse de cualquier parte del itsmo
para unir los dos océanos, demuestra por un lado la incapacidad de Colombia
para defender a Panamá de las ambiciones inglesas, y por otro, el surgimiento
de una nueva potencia mundial, USA, q. no vacilaría medio siglo después en usar
sus naves para proteger a los
separatistas panameños, para luego contratar con ellos la apertura del canal,
en términos vergonzosos para la nueva
Republica. El tratado Hay-Bunau Varilla entregó A PERPETUIDAD la franca de
territorio panameño para la construcción del canal, a cambio de una mensualidad de dólares! (un
regalo realizado por un aventurero
francés q. fue pieza clave en el complot
q. llevó a la separación de Panama). Como consecuencia, la bandera de USA fue
izada en la zona del canal, y la Republica Panamá nació dividida por esa afrentosa
“zona del canal“. Es de anotar q. en el tratado negado por Colombia no se
hablaba de sesión de soberania, como si lo hizo el Hay-Bunau Varilla.
En realidad,
Panamá solo logró su total independencia el dia en q. recibió de USA el canal y
la “zona del canal”.
Cuándo será
q. los panameños le den la importancia debida los hechos de su historia, y
consideren como fecha de su independencia
la de 1821, cuando en forma pacifica se declararon independientes,
adhiriendose luego a la Gran Colombia, y
conmemoren (no celebren ) el 3 de novimbre de 1903 como la fecha de SU SEPARACION de Colombia? Esperemos un poco de generaciones,
pues a la actual oligarquía q. gobierna el país solo le interesan los negocios
del presente. Para ella la Historia es algo irrelevante. A USA le convendría
esa corrección, pues su diplomática felicitación no nos recordaría su época de
expansión imperialista.
Deseando
profundizar en este tema, fui por Google a un articulo sobre el tratado Hay-
Bunau-Varilla, q. les trascribo para ilustración del tema:
EL
TRATADO HAY-BUNAU VARILLA
Bajado el
20-11-12
En el mes
de la Patria existe una fecha negra que nunca debemos olvidar: el 18 de
noviembre de 1903, día de la firma del Tratado Hay—Bunau Varilla.
Philippe Bunau Varilla, primer embajador de Panamá en Washington, fué un hombre extraordinario. En el libro ‘Con Ardientes Fulgores de Gloria’ se describen con lujo de detalles su personalidad, sus muchos méritos, su pasión por la construcción del Canal, en el cual trabajó muy joven, así como también la ayuda que prestó a Manuel Amador Guerrero para que el apoyo de EU asegurara la anhelada independencia. Son, precisamente estos atributos lo que hacen más execrable que negociara, con apuro y a escondidas, el Tratado que nos convirtió en protectorado, con una colonia extranjera en medio de nuestro territorio y privándonos de manera infame, por casi cien años, del usufructo de nuestra posición geográfica.
Los panameños esperaban que el Tratado Herran—Hay, ya aprobado por el Senado de Estados Unidos, fuera el que se firmaría con Panamá. Pero a Bunau Varilla solo le interesaba la construcción del Canal y no la suerte de Panamá. El francés y John Hay se olvidaron del Herran—Hay y redactaron y firmaron, con toda celeridad —de noche y en casa de Hay, para presentar a los enviados de Panamá, Federico Boyd y Manuel Amador Guerrero el hecho cumplido— un nuevo texto mucho más leonino para Panamá que el tratado negociado por Colombia. El Herran—Hay garantizaba la soberanía de Colombia y en los puntos más salientes la palabra soberanía era la más repetida.
En cambio, en el Hay—Bunau—Varilla solo se menciona la soberanía para decir que en la Zona del Canal Estados Unidos tendría todos los derechos de un soberano y que Panamá estaría totalmente excluida de ellos. Pero todavía más perverso, les dio el derecho de dominio eminente sobre todo el país. Podían, en uso de este derecho, tomar cualquier parte del territorio alegando que lo necesitaban para el Canal. La zona de 10 kilómetros fue cambiada a 10 millas, o sea que creció un 60%. Se les otorgó también el monopolio de la comunicación interoceánica en todo el territorio y el derecho de establecer bases militares. Mientras que el Tratado Herran—Hay contemplaba la intervención de jueces colombianos y se creaban tribunales mixtos, en el firmado por Bunau Varilla los panameños serían juzgados por jueces norteamericanos en la Zona del Canal.
El Tratado Hay—Bunau—Varilla fue la negación total de la equidad que debe prevalecer en el derecho internacional y se convirtió en modelo por excelencia de tratado injusto. Era tan leonino que se constituyó en una vergüenza permanente para la gran potencia, vergüenza que se acrecentó con el avance de la Humanidad hacia un mundo más justo y con el reconocimiento por las Naciones Unidas del derecho inalienable de los países a sus recursos naturales. No cabe la menor duda que la injusticia del Tratado, a la postre, trabajó a nuestro favor, porque fue la causa mediata de que la perpetuidad se redujera a menos de 100 años y de que el Tratado Torrijos—Carter culminara la lucha generacional para el perfeccionamiento de nuestra independencia y la recuperación de nuestra gran riqueza, la posición geográfica.
En 1903 a la república recién nacida no le quedó otro camino que ratificar el tratado firmado por Bunau Varilla. La historia registra que éste sirvió de instrumento para que los Estados Unidos presionaran a Panamá, obligándonos incluso a que el Tratado inicuo recorriera, cual reina de belleza, todos los municipios de la República para ser ratificado por los Concejos Municipales con panegíricos a Bunau Varilla y a Estados Unidos.
Sin embargo, a la Junta de Gobierno le quedaba el consuelo de que, al excluirse de la concesión las ciudades de Panamá y Colón y sus puertos, por lo menos asegurábamos que la vía acuática sería el polo de desarrollo económico del país. ¡Qué equivocados estaban!
Desde el 19 de enero, en carta enviada a Hay, nuestro embajador, Bunau Varilla, so pretexto de interpretar el Tratado y disipar algunas dudas del Senado, no solo ya había entregado los puertos, sino que había convertido en verdaderos guetos las ciudades de Panamá y Colón. Aquí se produce la gran estafa que nunca ha sido debidamente registrada en nuestros libros de historia: según la interpretación de Bunau Varilla, los puertos que el tratado nos reservaba eran el muelle fiscal y el del mercado público, y las ciudades comprendían solo las áreas ya construidas.
Panamá y Colón quedaron, así, totalmente cercadas por la Zona del Canal. Bunau Varilla fue irónico al decir en su carta interpretativa que quedaba a la voluntad de Estados Unidos ceder áreas para el crecimiento de las ciudades. Nunca lo hicieron y en el año 1914 fue necesario permutar las orillas del Lago Gatún, que sobrepasaban las 5 millas a cada lado del Canal, por Las Sabanas. Así al menos pudimos viajar a Chepo sin tener que pasar por la Zona.
Esa carta ignominiosa debe ser parte de la enseñanza de nuestra historia y los panameños debemos tenerla presente y estar alertas para que jamás se repita otro ‘Bunau Varillazo’.
A cambio del Canal, Bunau Varilla castró nuestra posición geográfica y le entregó a EU el desarrollo futuro de nuestro país.
Ojalá nunca tengamos que volver a claudicar frente a las presiones foráneas, poniendo en riesgos el futuro económico de la Nación. Si lo hiciéramos, la lucha y el sacrificio de tantas generaciones, para recobrar nuestra soberanía e independencia, perdería vigencia como el capítulo más digno y hermoso de nuestra historia y volveríamos al infamante ‘Panamá cede’.
____________________
Si no fuera por los Estados Unidos ahorita en Panamá estaríamos hablando francés 'comment allez-vouz' o colombiano 'ea pue ave maría'.
(No tiene fecha de publicación)
Philippe Bunau Varilla, primer embajador de Panamá en Washington, fué un hombre extraordinario. En el libro ‘Con Ardientes Fulgores de Gloria’ se describen con lujo de detalles su personalidad, sus muchos méritos, su pasión por la construcción del Canal, en el cual trabajó muy joven, así como también la ayuda que prestó a Manuel Amador Guerrero para que el apoyo de EU asegurara la anhelada independencia. Son, precisamente estos atributos lo que hacen más execrable que negociara, con apuro y a escondidas, el Tratado que nos convirtió en protectorado, con una colonia extranjera en medio de nuestro territorio y privándonos de manera infame, por casi cien años, del usufructo de nuestra posición geográfica.
Los panameños esperaban que el Tratado Herran—Hay, ya aprobado por el Senado de Estados Unidos, fuera el que se firmaría con Panamá. Pero a Bunau Varilla solo le interesaba la construcción del Canal y no la suerte de Panamá. El francés y John Hay se olvidaron del Herran—Hay y redactaron y firmaron, con toda celeridad —de noche y en casa de Hay, para presentar a los enviados de Panamá, Federico Boyd y Manuel Amador Guerrero el hecho cumplido— un nuevo texto mucho más leonino para Panamá que el tratado negociado por Colombia. El Herran—Hay garantizaba la soberanía de Colombia y en los puntos más salientes la palabra soberanía era la más repetida.
En cambio, en el Hay—Bunau—Varilla solo se menciona la soberanía para decir que en la Zona del Canal Estados Unidos tendría todos los derechos de un soberano y que Panamá estaría totalmente excluida de ellos. Pero todavía más perverso, les dio el derecho de dominio eminente sobre todo el país. Podían, en uso de este derecho, tomar cualquier parte del territorio alegando que lo necesitaban para el Canal. La zona de 10 kilómetros fue cambiada a 10 millas, o sea que creció un 60%. Se les otorgó también el monopolio de la comunicación interoceánica en todo el territorio y el derecho de establecer bases militares. Mientras que el Tratado Herran—Hay contemplaba la intervención de jueces colombianos y se creaban tribunales mixtos, en el firmado por Bunau Varilla los panameños serían juzgados por jueces norteamericanos en la Zona del Canal.
El Tratado Hay—Bunau—Varilla fue la negación total de la equidad que debe prevalecer en el derecho internacional y se convirtió en modelo por excelencia de tratado injusto. Era tan leonino que se constituyó en una vergüenza permanente para la gran potencia, vergüenza que se acrecentó con el avance de la Humanidad hacia un mundo más justo y con el reconocimiento por las Naciones Unidas del derecho inalienable de los países a sus recursos naturales. No cabe la menor duda que la injusticia del Tratado, a la postre, trabajó a nuestro favor, porque fue la causa mediata de que la perpetuidad se redujera a menos de 100 años y de que el Tratado Torrijos—Carter culminara la lucha generacional para el perfeccionamiento de nuestra independencia y la recuperación de nuestra gran riqueza, la posición geográfica.
En 1903 a la república recién nacida no le quedó otro camino que ratificar el tratado firmado por Bunau Varilla. La historia registra que éste sirvió de instrumento para que los Estados Unidos presionaran a Panamá, obligándonos incluso a que el Tratado inicuo recorriera, cual reina de belleza, todos los municipios de la República para ser ratificado por los Concejos Municipales con panegíricos a Bunau Varilla y a Estados Unidos.
Sin embargo, a la Junta de Gobierno le quedaba el consuelo de que, al excluirse de la concesión las ciudades de Panamá y Colón y sus puertos, por lo menos asegurábamos que la vía acuática sería el polo de desarrollo económico del país. ¡Qué equivocados estaban!
Desde el 19 de enero, en carta enviada a Hay, nuestro embajador, Bunau Varilla, so pretexto de interpretar el Tratado y disipar algunas dudas del Senado, no solo ya había entregado los puertos, sino que había convertido en verdaderos guetos las ciudades de Panamá y Colón. Aquí se produce la gran estafa que nunca ha sido debidamente registrada en nuestros libros de historia: según la interpretación de Bunau Varilla, los puertos que el tratado nos reservaba eran el muelle fiscal y el del mercado público, y las ciudades comprendían solo las áreas ya construidas.
Panamá y Colón quedaron, así, totalmente cercadas por la Zona del Canal. Bunau Varilla fue irónico al decir en su carta interpretativa que quedaba a la voluntad de Estados Unidos ceder áreas para el crecimiento de las ciudades. Nunca lo hicieron y en el año 1914 fue necesario permutar las orillas del Lago Gatún, que sobrepasaban las 5 millas a cada lado del Canal, por Las Sabanas. Así al menos pudimos viajar a Chepo sin tener que pasar por la Zona.
Esa carta ignominiosa debe ser parte de la enseñanza de nuestra historia y los panameños debemos tenerla presente y estar alertas para que jamás se repita otro ‘Bunau Varillazo’.
A cambio del Canal, Bunau Varilla castró nuestra posición geográfica y le entregó a EU el desarrollo futuro de nuestro país.
Ojalá nunca tengamos que volver a claudicar frente a las presiones foráneas, poniendo en riesgos el futuro económico de la Nación. Si lo hiciéramos, la lucha y el sacrificio de tantas generaciones, para recobrar nuestra soberanía e independencia, perdería vigencia como el capítulo más digno y hermoso de nuestra historia y volveríamos al infamante ‘Panamá cede’.
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Si no fuera por los Estados Unidos ahorita en Panamá estaríamos hablando francés 'comment allez-vouz' o colombiano 'ea pue ave maría'.
(No tiene fecha de publicación)
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